dissabte, 6 de setembre del 2008

LA MENTIRA DEL NACIONALISMO

Recuerdo cuando estudiaba 2º de BUP y conocí a Fernando Savater. No lo conocí en persona, como se puede suponer, sino que me hicieron leer su libro Ética para Amador en el instituto. La memoria que tengo de este libro se remonta a aquella época, ya que no lo he releído, quizá hoy le encontraría algún defecto o no estuviera de acuerdo con él en muchas cosas, no lo sé. Pero sé que entonces, gracias a este libro, comencé a tomar conciencia de la importancia de la integridad, la honradez, la honestidad y la defensa de lo que cada uno considera correcto. Tampoco querría idealizar a Savater, ya que lo que consiguió su libro fue confirmarme toda una serie de principios que ya me venían dados por la educación familiar.

Aquel verano me compré Política para Amador y también lo devoré. Igual que el otro, es un libro que no he vuelto a leer, pero recuerdo que me reafirmó una serie de conceptos como la democracia y la defensa de los ideales, siempre desde la verdad y desde la voluntad pública, nunca desde la violencia o la manipulación.

Debo confesar que no he leído ningún libro más de Savater, lo que no he dejado de leer son sus artículos en prensa, sus extensos alegatos en El País. Año tras año, he ido comprobando cómo su discurso se alejaba del mío cada vez más y a mi parecer del suyo propio.

Estos días, Savater, aparece como abanderado de una gran mentira, El manifiesto por la lengua común. Junto a otros intelectuales españoles y con medios de comunicación como El Mundo respaldándolos, piden al Parlamento español una normativa que asegure los derechos de los hablantes monolingües de castellano en todo el Estado. Este manifiesto se basa en una afirmación falaciosa, ya que presupone que el castellano no disfruta de una condición de igualdad frente a otras lenguas cooficiales, cosa que es absolutamente falsa.

El castellano tiene plena oficialidad en toda España y, por otro lado, resulta bastante difícil de creer que una lengua como ésta, predominante en todos los medios de comunicación como la televisión, los periódicos, las radios..., pueda estar minusvalorada.

En el manifiesto también se puede leer: “Son los ciudadanos quienes tienen derechos lingüísticos, no los territorios ni mucho menos las lenguas mismas”. Yo como valencianohablante, no puedo ejercer mis derechos lingüísticos, sin embargo los castellanohablantes no tienen ningún problema, y me gustaría explicarte esto, Savater, de la misma manera que tú le explicabas a Amador en tus libros tus ideas, dialécticamente.

Vivo en la Comunitat Valenciana y no puedo ejercer mi derecho a leer un diario en valenciano, ya que no lo hay, los medios escritos en castellano copan todo el mercado. A lo máximo que puedo aspirar es a un semanario, y el simple hecho de leerlo suele condicionar que me tachen de una posición ideológica concreta. Nadie piensa, “ah, es una persona que habla y valora el valenciano, pues, claro, es lógico que quiera leer también en esta lengua”. Sin embargo, en castellano, te puedo asegurar que no falta una amplia gama de medios donde escoger.

Podemos hablar también de las televisiones autonómicas, en las cuales el castellano tampoco queda relegado. En mi caso, Canal 9, sólo emite íntegramente en valenciano los telediarios y, últimamente, un programa de humor con guiones de Carles Alberola, entre otros. Últimamente me he sentido francamente ofendida por declaraciones como las de Rosa Díez en el Congreso de los Diputados, que asegura que en Canal 9 toda la programación es en valenciano y que eso no es justo para los castellanohablantes. Me gustaría saber cuáles son sus fuentes.

En otras comunidades autónomas como Cataluña, la variedad de los medios de comunicación en catalán es más amplia, pero es superada con creces por la oferta en castellano.

Desde esta realidad, ¿cómo se puede afirmar que el castellano esté marginado o discriminado sin caer en la falacia?

Por otro lado, estadísticamente, el derecho individual de los ciudadanos hablantes de las lenguas oficiales diferentes del castellano, es vulnerado mucho más que el de un hablante de castellano. Ya que todos los españoles conocen perfectamente la lengua del Estado, pero no todos conocen las lenguas autonómicas en las propias autonomías. Por tanto, es evidente que yo me encontraré en muchas ocasiones en Valencia con personas que no me entiendan cuando hable en valenciano, mientras que a la inversa es impensable.

Lo que más me indigna de todo este montaje, es que claramente responde a una maniobra creada desde intereses partidistas y que no busca el bienestar de los ciudadanos, ya que abre una polémica que no existe en la calle. En las comunidades con lengua propia, los hablantes se entienden tanto en una lengua como en otra. Este manifiesto lo único que hace es enfrentar a los ciudadanos que han conseguido, en ocasiones a fuerza de renuncias y de esfuerzo, tener una convivencia lingüística pacífica.

A los intelectuales como Savater, sólo me queda decirles que esta iniciativa me parece francamente irresponsable y que sólo se explica desde una posición nacionalista, eso que ellos tanto denuestan. Evidentemente, desde el nacionalismo español, que siente que está perdiendo adeptos.